martes, 4 de marzo de 2008

Ensayo sobre la música

El ruido no existe. Ya cuando decimos ruido deja de ser ruido, porque le estamos atribuyendo el sentido de ruido.

-Dibujar sonidos, darle formas al sonido.

Paul Klee ordenaba: no reflejar lo visible, sino hacer visible.

Leopoldo Lugones muestra en La metamúsica la locura de Juan, ¿se puede entender la música? Juan dice que con las palabras no, pero sí cree que se la puede hacer visible, en este caso, reflejarla y entenderla. Ahora ¿el fin de la música sería el entendimiento?

La música occidental, en especial desde Pitágoras, ha estado fascinada por las proporciones matemáticas, la matemática mágica y las proporciones armónicas, el famoso número de oro. Como si una legalidad cósmica rigiera el devenir de las formas en el universo.

La irrupción de lo nuevo, lo inesperado, lo inconmensurable, ello se parece más al ruido que a la música, sin embargo no dejan de resonar ecos casi con una lejana musicalidad en el derrumbe de lo clásico, o en la eterna inefabilidad del romanticismo, porque el romanticismo no deja de olvidar que nunca quiso ser efable.

La expresión ‘la música de lo nuevo’, es sólo una conjetura. Pues su audición resulta inaudita en el momento de su interpretación. La interrupción no se interpreta (ni es interpretada) como musicalidad, salvo a posteriori. Le atribuimos música y tonalidad para aliviar su amenazante poder interruptivo. La música del vacío, el esplendor del Tao. Ya no sabemos qué va a venir. El cambio.

-¿qué puede el ruido?

Según el diccionario de la RAE es un “Sonido inarticulado, por lo general desagradable.”, o un “Litigio, pendencia, pleito, alboroto o discordia.”, o bien una “Repercusión pública de algún hecho. Sus declaraciones han producido mucho ruido.”

Entonces el ruido no es definible a priori, como quien dijera ‘una sucesión de sonidos disarmónicos’ o la ‘declinación de un ritmo’. No es principio, ¿será una disciplina, es decir, un ejercicio?

-el ruido es el contacto de elementos.

Pero también el ruido puede ser el contacto de elementos armónicos.

-¿armónicos?

Basta pensar en la ‘música’ que reiterativamente prolifera en los teléfonos celulares. Eso hoy en día no es inarticulado ni confuso, no sería ruido, pero muchos no lo sentimos como música, ¿por qué?

“La música y los manjares detienen al caminante”, lo que el Tao exhala no tiene sabor ni tonalidad, y sin embargo “es inagotable”. Nadie es autor del Tao, y nadie deja de ser engendrado por él. Sólo podemos escucharlo pero ¿tiene entonces alguna tonalidad? “El espíritu inferior que oye hablar del Tao, ríe ruidosamente. Y, por esta risa, se conoce la grandeza del Tao.”

También, el ruido puede adoptar la forma del silencio. Para muchas personas el silencio es insoportable, desagradable, como quien no puede estar sentado sin la televisión de fondo. ¿El ruido aquí se hace silencio?

Cuando alguien aloja el ruido en su existencia, ¿qué pasa ahí? ¿Cómo se presenta a y en los demás, en aquellos que supuestamente no tienen ruidos en su existencia?

-cuando pienso en un ruido, lo escucho.
-pero no lo escucha nadie.

(…)

-el ruido es algo instantáneo y efímero.
-en la memoria se hace inmortal.

Es algo sutil e imperceptible que marca imborrablemente a la memoria.

-es un pico que forma y deja muecas.

¿Es invisible el ruido? Quiero decir, a lo mejor sea imperceptible en lo visible, o imperceptible en lo audible. Acaso ¿importa?

-Uno sólo puede ver a posteriori los resultados formales que generan los ruidos. (la revolución de los beatles, la ropa de los punk o las marcas en el asfalto de una rueda que frenó de golpe.)

¿El ruido podrá también ser eso, una rueda que detenga algún tipo de movimiento o proceso cuya tendencia asemeja su carácter inercial a una propiedad natural?

-La naturaleza tiene sus propios ruidos (por ejemplo: un rayo, el ruido, un dios)

Y el koan clásico del budismo zen?: “Si un árbol cae en un bosque y nadie lo escucha ¿hace ruido?”

-¿vos dirías que cuando hay presencia humana deja de existir la naturaleza?

Antes, ingenuamente, pensaba que sí, que la naturaleza no existía, o bien, que no era.

-¿Y qué es?

No sé, pensaba que no era, así, directamente. Porque según el tao pareciera indicarse que todo artista que es, que piensa, tropieza. Cuando no piensa, cuando ‘no es’ en la alienación al movimiento absoluto es cuando baila y no se equivoca. Si el bailarín piensa en el paso que va a dar, o no lo efectúa o se equivoca. Si se pierde en el movimiento y confía en el ejercicio de su disciplina, se sustrae a sí mismo, y traspasa el espejo. Deja la naturaleza, la subjetividad, no tiene nada salvo el movimiento que efectúa en el despliegue de su ejercicio.

-No entendí bien, negro.

A lo que iba es que acuerdo en lo que decís en que la naturaleza tiene sus propios ruidos. Y basta en pensar que es imposible sustraerse de los peligros y las coacciones que la naturaleza presenta, en modo desigual, a los humanos. No todos saben lo que es sentir, por ejemplo, el desborde de un río y que se inunden y pierdan tus cosas, o llevado al extremo (no tan extremo para nuestra costumbre), a no tener acceso a los alimentos que la naturaleza nos proporciona.

Volviendo a Lao Tsé (es difícil hablar del tao sin caer en clichés), quien diría al tao, ya lo estaría dejando de decir. El tao no hace nada y sin embargo no deja nada sin hacer. Enseña que no conviene determinar todos los ámbitos de la existencia sometiéndolos a leyes. Cuantas menos leyes mejor. Mejor y más correctamente se percibiría el camino. Cuantas más leyes existan para expulsar el ruido, entonces, sería peor, pues se expulsaría el azar y el verdadero movimiento de las cosas; que nada es, que todo está en permanente cambio.

Cuando en las sociedades todo está controlado, todo es esperable y previsible, se genera entonces el principio de acumulación. Entonces surge algo así como la industria del turismo, que es una de las que más daño le está haciendo al mundo en su afán de momificar todo, de construir esencias naturales, clichés, como Argentina, tango, Francia, bohemia, Brasil, alegría.

-También pasa con los pobres, las villas.

Mientras se toman esencias naturales, y se monta todo un sistema racional de viajes y experiencias para consumir lo exótico como un testigo al margen e inocente (en verdad nunca inocente, como el voyeur), se constituye en las sombras una periferia, cuanto menos importante. Basta recordar el avión que le tiraron a las torres gemelas.

-A principios del siglo XX los europeos iban a África y se volvían locos aprendiendo de esas culturas. Ahora vienen a Latinoamérica.

Si. Nosotros estamos en posición de objeto.

Ese afán catalogador de homologar productos y empaquetar singularidades, para dar libre curso a los intercambios por su valor de cambio, aunque se gana en publicidad, también se conquistan los destinos de impecables góndolas de supermercado. Y el dinero, si bien útil, no da ninguna pertenencia. O como diría Freud, nunca podrá hacernos felices porque nunca fue un deseo infantil.

No se puede conocer otra cultura sin trasladarse y habitarla. Vayamos por paso, no alcanza para conocer actualmente la cultura inglesa con saber hablar a la perfección el inglés. Es necesario, como decía Voltaire, convivir con quienes forman parte de ella [1], convivir con sus instituciones, y no sólo por internet, ya que uno bien puede entender, en un nivel referencial, el código que se está hablando, pero aquello que constituye el substrato de la lengua y que habita como resto en sus instituciones [2], se pierde si no se experimenta este nivel del lenguaje.

El tango ha conquistado y sigue conquistando el aprecio de gran parte del mundo, en lugares tan disímiles como Japón y Francia. Y más específicamente, el aspecto del tango que más prendió en las culturas foráneas, fue el baile.

Sabemos que el tango es una danza que pareciera ocultar su secreto ante la mirada del Otro, y paradójicamente, o quizás justamente por eso, se ha convertido en una de las danzas más vistas. Tal vez, y es sólo una hipótesis, si un extranjero supiera que junto al baile, que le resulta sumamente atractivo, existe un mundo paralelo de letras y códigos bastante marcados, con una filosofía y una manera de ver el mundo bastante particular, es probable que rehuya o se considere indiferente o al margen.

Roberto Goyeneche recordaba una letra de un tango que hablaba de alguien que “nunca fue correspondido y fue traicionado” y se reía porque ¿cómo va a ser traicionado alguien si nunca fue correspondido? Más risas, aunque ahora solamente son risas... risas que expresan la capitulación ante un oscuro sentimiento fatalista de sentirse estigmatizado, marcado por un destino del cual no se puede rehuir, estigma de ser argentino y sucumbir a lo trágico. Mágicamente esto se resuelve en el tango “Tu” de Rivero y Troilo, o también, como a mi criterio, falsa y fallida desestimación de lo trágico, en la sospechosa despreocupación de “Otario que andás penando” de Julio Sosa. En todo caso, pareciera más sincero Carlos Gardel en “Tomo y Obligo” cuando expresa esta ambigüedad de conjugar el mandato de “que un hombre macho no debe llorar” y cumplirlo justamente llorando.

Sin embargo, no hay que recaer en la búsqueda nostálgica de un pasado perdido, como muchos hacen (y no siempre de avanzada edad), desconociendo nuestra singularidad rítmica que por más mestizaje, tecnológico, informático, empresarial, (que por lo general al criticarlos se recaen en solapados moralismos) olvidan su juventud y el carácter renovador de las formas. Un ritmo tropical como la cumbia, es bailado en una Santa Fe con una solemnidad casi tanguera. Un reggae como “Home Sweet Home” de Los Pericos desarrolla una variación del tango “Volver” al ponerse ‘sentimental’ de las pequeñas cosas de su lugar de pertenencia: su cama, su cocina, sus discos. No pocas veces se nos escapa esta oscura persistencia, que algo debiera decirnos, y no sólo en los bandoneones que suenan en la canción “La Vida” de los Fabulosos Cadillacs.

Quizás se busquen los clichés, no para expresar la propia sensibilidad sino sólo con la astucia de venderlo a los turistas, los cuales se muestran fascinados por una forma que les resulta inquietante en el tango, o más precisamente como decíamos, en el baile del tango. Quizás la razón se encuentre en que la gracia de este baile no pueda ser ex-puesta en el espacio donde se despliega, sino solamente im-puesta en la intimidad de un contacto con el puro devenir, contacto que amplía la conciencia, del cerebro hacia el resto del cuerpo. De allí que quienes bailen comiencen por una etapa cerebral y estructurada, de dos elementos que bailan por separado, para ir de a poco acoplándose en el baile. Así el cerebro deja de comandar para comandar el mismo baile que es quien en sus movimientos confunde a los elementos en la conjunción de dos fuerzas sin que por esto se confundan.

En lo personal cuando escucho unos valsesitos ejecutados con bandoneones, entiendo que este ritmo no es sino la expropiación de la sedentaria música imperial (de las cortes, Viena por excelencia) hacia el reposo en el incierto vaivén de los fueyes. Es el movimiento de los emigrantes, de los barcos y de las infinitas historias. El movimiento que continuó Piazzolla en su itinerante y prolífica vida. Un incierto ritmo del viaje y del mar, de los acontecimientos precipitados, de la incertidumbre del exilio. Es el interregno de las habitaciones, mejor dicho, el quilombo de los conventillos.


Perón ha sabido captar la música y el ritmo local, cuando dijo que se llevaba a la tumba la más maravillosa música que era la palabra del pueblo argentino [3]. Sin embargo, (y el criticar esto no implica recaer en el liberalismo), ha despreciado toda percepción de cambio en su tierra, cuando al ‘volver’ dijo “que a través de estos 21 años las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles...”, tildando de imberbes a todo aquello que no se ajustara a su pretendida e inmutable esencia.


NOTAS:
[1] Hoy tenemos la posibilidad de un mestizaje tal en donde, por ejemplo, un argentino puede conocer y admirar a Edith Piaf, y tener un escaso conocimiento del tango, y a la vez, un francés demostrar un saber casi enciclopédico del tango, y a su vez, no saber quién es Edith Piaf.
[2] Jacques Lacan afirmaba que había que pertenecer a la “parroquia” para reírse de un chiste.
[3] Último mensaje al pueblo argentino, 12 de junio de 1974, 17:30hs